Las Influencias
culturales en la sexualidad
Las
sociedades muestran claras diferencias en la educación que imparten a los niños
respecto a temas sexuales y en su intento de prepararlos para desempeñar su
papel como seres sexuales maduros (Ford y Beach. 1951; Nieto. 2004; Schalet.
2000). Por ejemplo, en la isla de Ponape los niños y niñas de 4 a 5 años
reciben una "educación sexual" muy completa por parte de los adultos
y se les alienta a que experimenten entre sí. En la tribu africana Chewa los
padres de familia están convencidos de que la perfección se obtiene con la
práctica; así que con la aprobación de ellos los niños y niñas mayores
construyen chozas y juegan a ser marido y mujer en un matrimonio de prueba. En
las
culturas restrictivas la sexualidad es un tema tabú cuya
expresión se suprime con energía. Un ejemplo: en Nueva Guinea, a los niños
kwoma los castigan por el juego sexual, sin que se les permite locarse ellos
mismos. A veces se llega a golpear con un palo a un niño si lo sorprenden con
una erección.
¿En
qué parte de este continuo de permisividad /restricción sexual caen Estados Unidos
y otras naciones occidentales? La mayoría de ellas pueden clasificarse como
bastante restrictivas. Si el lector es como tantos otros niños y adolescentes
occidentales, los "hechos de la vida" le causarán profundo impacto,
pues no se los explican sus padres sino un hermano o compañero de más edad. De
hecho, quizá le cueste mucho imaginar a sus padres haciendo lo necesario para
concebirlo (Walters, 1997). En Estados Unidos los progenitores desalientan
generalmente el juego sexual y a menudo encuentran la manera de eludir las
preguntas que sus hijos les hacen sobre la sexualidad (Thorne. 1993). Los
adultos delegan al hijo la tarea de prepararse para las relaciones sexuales;
muchos niños y adolescentes terminan aprendiendo de sus pares cómo deberían
relacionarse con miembros del sexo opuesto (Whitaker y Miller. 1999).
Actitudes y conducta sexuales
¿Cómo
entonces los adolescentes occidentales, que reciben tan poca orientación de los
adultos, aprenden a controlar los impulsos sexuales y a incorporar la
sexualidad a su auto- concepto? Eso nunca ha sido fácil y, como se aprecia en
el recuadro 6.2, puede ser terriblemente difícil para los que se sienten
atraídos a miembros de su mismo sexo. A juzgar por las cartas enviadas a las
columnas de consejos, al parecer los adultos creen que los adolescentes modernos,
bajo el impulso irresistible de las hormonas, están casi obsesionados con el
sexo y expresan su sexualidad con entera libertad. ¿Es realista esa
descripción?
Actitudes
sexuales.
A lo largo del siglo xx los adolescentes se
fueron volviendo más liberales en sus ideas referentes al sexo, advirtiéndose
un ligero retroceso a opiniones más conservadoras ante el miedo a contraer el
sida (Carroll, 1988; McKenna, 1997). Con todo, es evidente que los jóvenes han
cambiado algunas de sus actitudes hacia el sexo, pero sin renunciar a muchas de
las opiniones de sus padres y abuelos.
¿Qué
ha cambiado? Ante todo ahora están firmemente convencidos de que el sexo pre-
marital con
afecto es aceptable; pero como los adolescentes de otras épocas
piensan que el sexo informal o explotador es inmoral a pesar de haber tenido
ese tipo de experiencia (As- tin y otros, 1994). Con todo, en una encuesta
apenas una minoría de adolescentes sexual- mente activos (25% de varones y 48%
de mujeres) citó el afecto de su pareja como el motivo de sus primeras
relaciones sexuales (Laumann y otros. 1994).
Un
segundo cambio fundamental en la actitud de los adolescentes ante el sexo es la
disminución del criterio doble: muchas prácticas sexuales que se juzgan
apropiadas para el hombre (sexo premarital o promiscuidad entre otras) lo son
menos para la mujer. Este criterio no ha desaparecido por completo, ya que en
la década de 1990 los estudiantes universitarios todavía pensaban que, si una
mujer tiene muchas parejas sexuales, será más inmoral que un hombre igualmente
promiscuo (Robinson y otros, 1991). Pero las sociedades occidentales empiezan a
adoptar rápidamente un solo criterio de la conducta sexual para ambos sexos.
No obstante, tanto los adolescentes como las adolescentes tienden a diferir en su actitud hacia el sexo y la sexualidad: las actitudes de los primeros son más tolerantes y abiertos al sexo premarital (Lesch y Kruger. 2005; Smith y otros. 2005). Los varones tienden más a ver la experiencia con coito como una parte positiva del yo (Rucibwa y otros. 2003; Tolman, Striepe y Harmon. 2003; Welles, 2005).
No obstante, tanto los adolescentes como las adolescentes tienden a diferir en su actitud hacia el sexo y la sexualidad: las actitudes de los primeros son más tolerantes y abiertos al sexo premarital (Lesch y Kruger. 2005; Smith y otros. 2005). Los varones tienden más a ver la experiencia con coito como una parte positiva del yo (Rucibwa y otros. 2003; Tolman, Striepe y Harmon. 2003; Welles, 2005).
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