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1/16/2012

Influencias culturales en la sexualidad



 Las Influencias culturales en la sexualidad

Las sociedades muestran claras diferencias en la educación que imparten a los niños respec­to a temas sexuales y en su intento de prepararlos para desempeñar su papel como seres se­xuales maduros (Ford y Beach. 1951; Nieto. 2004; Schalet. 2000). Por ejemplo, en la isla de Ponape los niños y niñas de 4 a 5 años reciben una "educación sexual" muy completa por parte de los adultos y se les alienta a que experimenten entre sí. En la tribu africana Chewa los padres de familia están convencidos de que la perfección se obtiene con la práctica; así que con la aprobación de ellos los niños y niñas mayores construyen chozas y juegan a ser marido y mujer en un matrimonio de prueba. En las culturas restrictivas la sexualidad es un tema tabú cuya expresión se suprime con energía. Un ejemplo: en Nueva Guinea, a los ni­ños kwoma los castigan por el juego sexual, sin que se les permite locarse ellos mismos. A veces se llega a golpear con un palo a un niño si lo sorprenden con una erección.


¿En qué parte de este continuo de permisividad /restricción sexual caen Estados Uni­dos y otras naciones occidentales? La mayoría de ellas pueden clasificarse como bastante restrictivas. Si el lector es como tantos otros niños y adolescentes occidentales, los "hechos de la vida" le causarán profundo impacto, pues no se los explican sus padres sino un her­mano o compañero de más edad. De hecho, quizá le cueste mucho imaginar a sus padres haciendo lo necesario para concebirlo (Walters, 1997). En Estados Unidos los progenitores desalientan generalmente el juego sexual y a menudo encuentran la manera de eludir las preguntas que sus hijos les hacen sobre la sexualidad (Thorne. 1993). Los adultos delegan al hijo la tarea de prepararse para las relaciones sexuales; muchos niños y adolescentes ter­minan aprendiendo de sus pares cómo deberían relacionarse con miembros del sexo opuesto (Whitaker y Miller. 1999).
Actitudes y conducta sexuales

¿Cómo entonces los adolescentes occidentales, que reciben tan poca orientación de los adultos, aprenden a controlar los impulsos sexuales y a incorporar la sexualidad a su auto- concepto? Eso nunca ha sido fácil y, como se aprecia en el recuadro 6.2, puede ser terrible­mente difícil para los que se sienten atraídos a miembros de su mismo sexo. A juzgar por las cartas enviadas a las columnas de consejos, al parecer los adultos creen que los adoles­centes modernos, bajo el impulso irresistible de las hormonas, están casi obsesionados con el sexo y expresan su sexualidad con entera libertad. ¿Es realista esa descripción?

Actitudes sexuales.

 A lo largo del siglo xx los adolescentes se fueron volviendo más li­berales en sus ideas referentes al sexo, advirtiéndose un ligero retroceso a opiniones más conservadoras ante el miedo a contraer el sida (Carroll, 1988; McKenna, 1997). Con todo, es evidente que los jóvenes han cambiado algunas de sus actitudes hacia el sexo, pero sin renunciar a muchas de las opiniones de sus padres y abuelos.

¿Qué ha cambiado? Ante todo ahora están firmemente convencidos de que el sexo pre- marital con afecto es aceptable; pero como los adolescentes de otras épocas piensan que el sexo informal o explotador es inmoral a pesar de haber tenido ese tipo de experiencia (As- tin y otros, 1994). Con todo, en una encuesta apenas una minoría de adolescentes sexual- mente activos (25% de varones y 48% de mujeres) citó el afecto de su pareja como el motivo de sus primeras relaciones sexuales (Laumann y otros. 1994).

Un segundo cambio fundamental en la actitud de los adolescentes ante el sexo es la disminución del criterio doble: muchas prácticas sexuales que se juzgan apropiadas para el hombre (sexo premarital o promiscuidad entre otras) lo son menos para la mujer. Este criterio no ha desaparecido por completo, ya que en la década de 1990 los estudiantes uni­versitarios todavía pensaban que, si una mujer tiene muchas parejas sexuales, será más in­moral que un hombre igualmente promiscuo (Robinson y otros, 1991). Pero las sociedades occidentales empiezan a adoptar rápidamente un solo criterio de la conducta sexual para ambos sexos. 
No obstante, tanto los adolescentes como las adolescentes tienden a diferir en su actitud hacia el sexo y la sexualidad: las actitudes de los primeros son más tolerantes y abiertos al sexo premarital (Lesch y Kruger. 2005; Smith y otros. 2005). Los varones tien­den más a ver la experiencia con coito como una parte positiva del yo (Rucibwa y otros. 2003; Tolman, Striepe y Harmon. 2003; Welles, 2005).


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