ANTECEDENTES DE LA PROSTITUCIÓN
Podemos expresar que la prostitución consiste en tener
relaciones sexuales con personas extrañas a cambio de dinero u otros objetos de
valor. Está implícito que el pago se realiza para obtener una gratificación específica.
La prostitución es un servicio que puede ser efectuado por hombres o mujeres a
solicitud bien de hombres o de mujeres, tiene lugar en las ciudades de todo el
mundo y presenta ciertas características comunes, aunque el número de
prostitutas puede variar enormemente de una ciudad a otra que se encuentre
próxima a ella.
La
prostitución ha sido calificada eufemísticamente como la "profesión más
antigua del mundo", ya que se conoce prácticamente desde que existen
registros históricos de algún tipo, y en prácticamente todas las sociedades. Un
argumento que discute la antigüedad de la práctica más allá de los registros
históricos conocidos, desde el punto de vista socioeconómico,
afirma que el intercambio de favores sexuales a cambio de bienes materiales requiere
de un cierto tipo de acumulación
capitalista o asimetría en el
acceso a ciertos recursos, o bien una diferenciación
social, que probablemente no se dieron entre los primeros grupos humanos hasta
que la tecnología no rebasó cierto umbral.
Sin embargo,
desde un punto de vista puramente biológico,
en las últimas décadas la investigación científica ha descubierto ejemplos de
actitudes en animales que pueden equipararse a la prostitución en los seres
humanos: algunas especies de pingüinos intercambian sexo por piedras
adecuadas para la construcción de nidos, y entre los chimpancés enanos existe un sistema social bien
establecido en el que, entre otras interacciones, las hembras ofrecen sexo a
cambio de comida, y como mecanismo de resolución de conflictos. Así, teniendo
en cuenta que casi hasta la Revolución
industrial la economía mundial
era básicamente agraria, y que la mayor parte de los bienes se consiguen por intercambio, la expresión
sobre la antigüedad de la prostitución resulta bastante defendible.
En cualquier
caso, la prostitución ha ido evolucionando junto con las formas sociales,
aunque ha mantenido una imagen cada vez más estigmatizada con el paso del
tiempo en la mayoría de culturas.
La prostitución en el mundo antiguo
Una de las formas más antiguas de prostitución
de la que existen registros históricos es la prostitución religiosa,
practicada inicialmente en sumeria. Ya desde el siglo
XVIII a. C., en la antigua Mesopotamia
se reconocía la necesidad de proteger los derechos de propiedad de las
prostitutas. En el Código de Hammurabi se hallan apartados que
regulan los derechos de herencia de las mujeres que ejercían dicha profesión
Los antiguos
historiadores Heródoto y Tucídides
documentan la existencia en Babilonia de la obligación para todas las
mujeres, al menos una vez en su vida, de acudir al santuario de
Militta (la Afrodita
griega, o Nana/Anahita) para practicar sexo con un extranjero como muestra de
hospitalidad, a cambio de un pago simbólico.
La
prostitución estaba bien presente en Cerdeña y Sicilia, así como
en varias culturas fenicias, en las que se practicaba como rito religioso en
honor de Astarté.
La práctica de la prostitución se extendió por todos los puertos del Mar Mediterráneo, presumiblemente en alas de las
expediciones comerciales fenicias.
En Israel la prostitución era
común, a pesar de estar expresamente prohibida por la ley judía.
Profetas como Josué y Ezequiel se
oponían a la misma con vehemencia. Existía también como forma religiosa en el
reino de Canaán,
con la característica de que un porcentaje significativo de quienes la ejercían
en los templos eran hombres.
La
historia bíblica de Judá y Tamar (Génesis, 38)
proporciona una representación de la prostitución tal como se practicaba en la
sociedad judía. La prostituta ejerce su oficio al lado de una carretera,
esperando a los viajeros. Se cubre la cara, lo que la marca como una prostituta
disponible (en claro contraste con la costumbre en las sociedades de Oriente
Médio actuales, en las que las mujeres honestas deben permanecer con la cara
cubierta frente a desconocidos.
Exige
como pago un cordero, lo que representa un precio bastante elevado en una
economía eminentemente basada en el pastoreo; solo los más acaudalados podrían
permitirse pagar cantidades equivalentes por un solo encuentro sexual. Aunque
en la historia la mujer resulta no ser una auténtica prostituta, sino Tamar, la
nuera viuda de Judah que pretendía engañarle para quedar embarazada, el hecho
de que logre fingir dicha profesión de forma exitosa permite asumir que dichas
costumbres eran las esperables con respecto a la prostitución en la época.
En la Grecia
clásica
En la Grecia
clásica, la prostitución era practicada tanto por mujeres como por hombres
jóvenes. El término griego para la prostitución es porne, derivado del
verbo pernemi (vender), lo que ha generado una acepción
moderna bien evidente. Las prostitutas podían llegar a ser mujeres
independientes e incluso influyentes. Estaban obligadas a vestirse con ropas
distintivas y pagar impuestos.Existen
ciertas similitudes entre las hetairas griegas y las oiran japonesas,
figuras complejas en una situación intermedia prostitutas y cortesanas,
de forma similar a las tawaif hindúes. Algunas prostitutas de la
Grecia Antigua, como Lais de Corinto o Lais de Hyccara, eran famosas
tanto por su agradable compañía como por su belleza, y cobraban sumas
extraordinarias por sus servicios.
Solón fundó el
primer burdel (oik'iskoi)
de Atenas en el siglo
VI a. C., y con los beneficios mandó construir un templo dedicado
a AproditesPandemo (o Qadesh), diosa patrona de dicho negocio. Sin
embargo, el proxenetismo estaba terminantemente prohibido. En Chipre y Corinto se
practicaba un tipo de prostitución religiosa en un templo que contaba con más
de un millar de prostitutas, según Estrabón.
Cada categoría especializada de prostitución tenía su
propio nombre: había chamaitypa'i,
que trabajaban en el exterior (tumbadas); perepatetikes, que encontraban clientes mientras caminaban y
luego se los llevaban a sus casas para realizar el trabajo; gephyrides, que trabajaban cerca de
puentes. En el siglo V a. C., Ateneo nos informa de que el
precio de un servicio era de un óbolo, un
sexto de dracma,
lo que equivalía al salario medio de un día.
Antigua
Roma
En la Roma antigua, la prostitución era
habitual y había nombres distintos para las mujeres que ejercían la
prostitución según su estatus y especialización; por ejemplo las cuadrantarias,
llamadas así por cobrar un cuadrante (una miseria); las felatoras,
practicantes expertas de la felación, etc. En esa sociedad, así como también en la
antigua Grecia,
las prostitutas comunes eran mujeres independientes y a veces influyentes que
tenían que llevar vestidos de color púrpura que las diferenciaban de las demás
mujeres, y que debían pagar impuestos. De esta manera, las hetairas griegas
eran personajes que en cierto modo son comparables a las geishas japonesas por su
condición entre prostitutas y cortesanas.
Mesoamérica
Entre los aztecas las prostitutas eran llamadas āhuiyani ‘contento/a, satisfecho/a, feliz’ que probablemente era una forma eufemística (del náhuatlāhuiya o āhuix ‘tener lo necesario, estar feliz’). Ejercían al lado de los caminos o en edificios llamados Cihuacalli, en los que la prostitución estaba permitida por las autoridades políticas y religiosas. Cihuacalli es una palabra náhuatl que significa "casa de las mujeres".
Edad
Media
La Biblia también hace numerosas referencias a la
prostitución común. En la Edad Media la prostitución se desarrolló de manera
considerable en Europa.
Los burdeles eran frecuentemente regentados por los propios municipios. A raíz
de la Reforma
y de la aparición de epidemias de infecciones de transmisión sexual en el siglo XVI,
la prostitución se vio sometida a cierto control, un control en el que
únicamente tres hombres podían tener relaciones con una mujer al día.
Países comunistas
Durante el siglo XX muchos países comunistas manifestaron que la prostitución no existía dentro de sus fronteras, a pesar de la prostitución presente en Cuba en donde reciben el apodo de «jineteras». El gobierno cubano aduce la presencia de la prostitución como resultado del embargo económico norteamericano y las políticas de turismo adoptadas tras la caída del muro de Berlín. Esto sucedió aun cuando el combate a la prostitución fue una de las razones de la revolución.
Proviene de la libertad sexual concedida a las jóvenes antes del matrimonio; así, pues, es también un resto del matrimonio por grupos, pero que ha llegado hasta nosotros por otro camino.
El Ingreso en el mundo de la Prostitución.
La imagen convencional de la primera
experiencia en la prostitución ha sido comúnmente la de la inocencia engañada
o, a juzgar por las biografías de numerosas prostitutas, una experiencia
gravemente traumática.
Sin embargo, para la mayor
parte de las mujeres que llegan a la prostitución desde una base previa de
promiscuidad prematrimonial, la transición no es traumática, y para algunas,
incluso, puede constituir el comienzo de un tipo de vida mucho más cómodo y
sujeto a menos presiones.
En realidad, incluso en el siglo XIX las
condiciones de trabajo de las prostitutas inglesas aparecían ante algunos
observadores como menos dañinos físicamente que el trabajo en las fábricas o el
agotamiento producido por los continuos embarazos.
Los efectos
dañinos de la prostitución son mucho menos obvios: dependen de la penetración
cada vez más profunda en el mundo de la prostitución, unida a la disminución de
las relaciones e trauma específico producido por la entrada en el mundo de la
prostitución, este aparece más a menudo en las mujeres, sobre todo en las
mujeres de clase media, que no han experimentado un condicionamiento previo a
través de contactos sexuales múltiples con una diversidad de hombres.
Con el declinar del burdel, o casa de
prostitución, la experiencia del aprendizaje de la prostitución depende
actualmente de las relaciones bilaterales entre la aprendiza y una prostituta
con mayor experiencia o un hombre que hace las veces de protector. La
experiencia del aprendizaje entraña más cosas que la mera cuestión de
acostumbrarse al intercambio del dinero por el coito, aunque este es el dilema
central, esencial, de la prostituta. Supone también los métodos de aproximación
a los hombres, la fijación del precio y su cobro, el manejo de la relación
sexual y la despedida del cliente.
Cada una de estas tareas requiere hacer
explícito aquello que estaba implícito en todos los contactos sexuales
anteriores, ya que, por numerosos que hayan sido, siempre existió la posibilidad
de considerarlos como parte de una estructura de relaciones sexuales de tipo
convencional.
Una vez que se ha
hecho explícita la aceptación del dinero, es obvio que la mujer ha abandonado
la excusa misma de una posible relación emocional con el hombre. La situación
ya no es la del noviazgo o el encuentro ocasional, sino que está limitada al
cambio específico de la relación sexual por dinero.
Esto significa que incluso si la prostituta
no ha rechazado anteriormente a nadie, su ausencia actual de discriminación se
convierte en algo público. Durante este periodo de aprendizaje deberá asimilar
una jerga especializada en relación no solo con el comportamiento sexual, sino
también con los nombres que dará a quienes le rodean: clientes, alcahuetes,
policías y las otras prostitutas. La jerga está cargada de valores y obliga por
sí misma a la neófita a hacer suyos ciertos patrones de acción y de pensamiento.
La más
compleja de estas tareas, no obstante, consiste en aprender a hablar acerca de
actos y preferencias sexuales que, aunque hayan surgido anteriormente, se han
llevado a cabo en un contexto no verbal, sino basado en gestos, y en aprender
luego a enlazar este nuevo lenguaje con la fijación del precio del acto
concreto que se le pide. El problema es que mientras la relación entre el
dinero y la sexualidad es lo que hace posible el acto, la parte económica del
acto no debe intervenir en la naturaleza de la parte sexual.
La estructura de
la conversación, una vez aprendida, se hace muy ritual izada y predecible,
aunque varía según el nivel social de unos y otros clientes y según las
distintas situaciones de la prostitución, aunque varía según el nivel social de
unos y otros clientes y según las distintas situaciones de prostitución. Así,
para el cliente de clase baja, la cuestión del dinero es muy importante, la
gama de actos sexuales es poco variada y el contenido de la charla sexual es
reducido. Por el contrario, en los contactos con hombres de la clase media, el
precio queda fijado y ya no se vuelve a hablar de él (aunque el hombre pueda
obtener una satisfacción psíquica como resultado del pago), los gustos sexuales
pueden ser amplios y tiende a establecerse un tipo de conversación que
trasciende el carácter inmediatamente sexual de la relación.
La capacidad para resolver todos estos
problemas constituye una habilidad poco común, lo cual puede muy bien explicar
los problemas de variabilidad con que se enfrentan las prostitutas que ingresan
en la profesión a diversos niveles.
La entrada en la “vida” exige, pues, asimilar
una nueva concepción de la propia persona, una nueva forma de relacionarse con
el hombre y una nueva manera de hablar acerca de sí misma, así como aprender a
enfrentarse con un mundo poblado de personas muy peculiares. Al mismo tiempo,
hay una disminución de la frecuencia de la interacción con seres convencionales
(excepto aquellos hombres que asumen el nuevo papel de clientes) y,
sub-siguientemente, una capacidad cada vez menor de retornar al mundo
tradicional.
La vida de la
prostitución, al igual que sucede con otros tipos de desviación, compromete a
una persona desde los niveles más profundos de la experiencia humana, y a lo largo
de este proceso crea entre las prostitutas semejanzas mucho mayores de las que
cabría esperar partiendo de un tipo determinado de características etiológicas.
1 comentario:
buena aportación no se si me pudieses facilitar la bibliografia de donde tomaste aportaciones para tu entrada. te lo agradeceria mucho
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